Ya no hay hombres reales, son todos seres digitales. No se acercan en persona, se esconden pertrechados en las redes sociales, solicitando "amistades" peligrosas. No te hablan a la cara sino a través del mesenger. No muestran su verdadero rostro, se ponen una mascara que se cae al primer vistazo, carnaval todo el año que diluye su personalidad y los convierte en tristes y patéticos personajes. No te llaman para verte, se limitan a mensajes de whatsapp y solo cuando les apetece. Si les conectas de la misma manera te dejan en "Vista", rayita azul y desaparecen, cobardes...
Ya no hay hombres valientes que se arriesguen al contacto directo y continuo, a conocerte como persona, no solo como pubis andante, que temen quedar para tomar un café o una cerveza, o ir a un concierto juntos, al cine, a viajar acompañado, a tardes de abrazos y besos de verdad, con labios, no solo con lengua.
Ya no hay hombres de verdad, hay niños viejos, cómodos y cobardes, conformistas de encuentros breves y rápidos para desahogos sexuales mediocres y cortos y "si te he visto no me acuerdo" hasta el próximo calentón.
Ya no hay hombres honestos, que vayan de frente, que digan de verdad, lo que quieren, aunque con esa verdad se arriesguen a no conseguirla. Que no tengan temor a decir lo que sienten y a sentir algo más que una picazón entre las piernas. Sólo hay inmaduros que mienten para intentar llevarte al huerto y luego se excusan en su falta de promesas, minusválidos emocionales que no saben enfrentarse a sus carencias físicas y mentales, que tienen miedo a mirarse en el espejo de la sinceridad para no encontrar una imagen llena de mierda y mentiras que en nada se parece a un hombre.
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