martes, 28 de enero de 2020

POSTRE

Parecía un postre consistente, con cuerpo, de esos que te dejan plena y ponen la guinda a un buen menú. Una masa bien hecha, un aspecto no demasiado atractivo en su cara pero con un punto picante que atraía con facilidad. Nata, canela y cobertura de zanahoria. Decía "Cómeme, cómeme" de diferentes formas, insistente, incitándome a diario a que lo probara, mostrándose continuamente con su mejor aspecto, como una magdalena envuelta en blondas y puntillas. Y se hizo más apetecible, hasta que un día le di un pequeño bocado.
Entonces se escondió detrás del escaparate, temeroso de que me lo comiera todo. Empezó a criar corteza y quedarse duro, como un pan de varios días. Y al final resultó que le gustaba que lo probaran muchas bocas pero sin llenar a ninguna, solo una pequeña cata para que no se pudiera saborear su esencia, para no darse por completo ni satisfacer a nadie. Un pastel mordisqueado por muchas bocas que acabó resultando un souflé venido a menos, sin haber deleitado a ningún paladar. Un quiero y no puedo que sólo dejó una impresión efímera y un regusto a escasez.
Definitivamente me quedo con el chocolate...

No hay comentarios:

Publicar un comentario