miércoles, 29 de enero de 2020

CAZADORES DE FRACASOS

Veo la desesperación de toda esa gente que necesita de otro individuo para conseguir llegar al éxtasis. Veo a quienes se quedan sin pareja, salir a la caza de sexo, deseperadamente, incapaces de estar solos en una cama, queriendo sustituir al supuesto amado en cuestión de días o semanas. Prisas por no sentirse fracasados, por demostrar al mundo que no están solos. Miedos. Miedo a la soledad, a la insatisfacción, a las carencias, a no sentirse completos, a no tener un cuerpo desnudo al lado en el que meterse o que le meta, sea cual sea, sin importar quien sea.
Miro a toda esa gente y me dan lástima. Se que esas prisas no son buenas, que correr en busca del amor solo les va a hacer tropezar una y otra vez en la misma piedra, la piedra de las apariencias, del autoengaño, de la solución fácil pero incorrecta, de las relaciones superficiales que se limitan a lo físico, o que intentan ser algo más pero solo parten del deseo carnal, de la necesidad física como perros en celo.
No soy, quizás, la persona más indicada para juzgar a nadie, ni con más experiencia, pero se que no tengo miedo por que soy autosuficiente en lo sexual desde que soy persona: mi mente y mis manos me llevan donde yo quiero y cuando lo deseo. Se que no necesito compartir mi cama para sentirme una persona realizada y que si lo hago es por quien merezca la pena conocer, más allá de un coito mediocre. Se que cuando se comparte un colchón, se comparte con una persona, no con un pene o una vagina. Que hay que entregar algo más que cinco minutos y un poco de carne, hay que entregar parte de uno si no se quiere fracasar. Porque al final, tanto comercio de carne, de sonrisas falsas, de amistades puramente sexuales, solo conduce al fracaso emocional, a la muerte como ser humano capaz de razonar, convertido en animal.

martes, 28 de enero de 2020

POSTRE

Parecía un postre consistente, con cuerpo, de esos que te dejan plena y ponen la guinda a un buen menú. Una masa bien hecha, un aspecto no demasiado atractivo en su cara pero con un punto picante que atraía con facilidad. Nata, canela y cobertura de zanahoria. Decía "Cómeme, cómeme" de diferentes formas, insistente, incitándome a diario a que lo probara, mostrándose continuamente con su mejor aspecto, como una magdalena envuelta en blondas y puntillas. Y se hizo más apetecible, hasta que un día le di un pequeño bocado.
Entonces se escondió detrás del escaparate, temeroso de que me lo comiera todo. Empezó a criar corteza y quedarse duro, como un pan de varios días. Y al final resultó que le gustaba que lo probaran muchas bocas pero sin llenar a ninguna, solo una pequeña cata para que no se pudiera saborear su esencia, para no darse por completo ni satisfacer a nadie. Un pastel mordisqueado por muchas bocas que acabó resultando un souflé venido a menos, sin haber deleitado a ningún paladar. Un quiero y no puedo que sólo dejó una impresión efímera y un regusto a escasez.
Definitivamente me quedo con el chocolate...

sábado, 4 de enero de 2020

Erotismo literal

    Se dirigió al estante y deslizó el libro de su escondite. Retomó la lectura en el punto donde todo empezaba... El ambiente, la situación, los personajes, la puesta en escena... Pronto se vio inmersa en una ola de deseo que fue creciendo como un tsunami.
     Recordó  la primera vez que había leído aquellas líneas llenas de erotismo: estaba en un prado tomando el sol, rodeada de gente y no podía dar rienda suelta a sus ganas. Fue ese día cuando descubrió hasta donde podía llegar. En su casa hubiera recurrido a acariciarse hasta alcanzar el clímax, pero allí, rodeada de personas, no podía. Sin embargo, eso sirvió para descubrir algo de sí misma que desconocía.
    Y ahora, en la intimidad de su casa, repetía la experiencia porque le hacía sentir poderosa, conocedora de su cuerpo y de las posibilidades insospechadas que poseía. Siguió leyendo, concentrada en las sensaciones que las palabras despertaban en su piel, en sus entrañas, sin moverse, sin tocarse siquiera. No necesitaba a nadie, ni a su mano, solo con su mente, imaginando aquello que leía y sintiéndolo físicamente con una intensidad desbordante. Y al final llego todo, una marejada de éxtasis que la inundó y por la que surfeó una oleada tras otra,durante varios minutos eternos hasta llegar a las orillas de la satisfacción conseguida. No necesitaba penes, ni manos, ni lenguas... Solo necesitaba palabras impresas.