Eres un pesado. Todos los días lo mismo. De día no te veo nunca y
por la noche apareces de repente, sin previo aviso y te pasas en vela
las horas, molestando, cantando tu sonata e impidiéndome el sueño.
Por más que quiero que te alejes de mí, al final, siempre vuelves y
no encuentro una forma efectiva de echarte o de que te decidas a
marchar de mi casa y no vuelvas nunca más. Búscate a otra a la que
puedas hacer la vida imposible, a la que puedas dejar todas las
noches sin dormir. Yo no quiero compartir mi cama contigo, ni mis
horas de sueño. Por tu culpa, todas las mañanas me levanto agotada
y debo ir al trabajo con la mente embotada y la sensación de haber
pasado las últimas horas metida en una centrifugadora. Cada vez que
te oigo susurrar en mi oído me apetece pegarte, darte un tortazo y
acabar con ese sonido chillón que se mete en mi oreja y me taladra
el cerebro. Un día de éstos lo haré. No te quepa la menor duda.
Sacaré el brazo de debajo de las sábanas y te aplastaré con mi
mano. Y entonces ya no podrás molestar ni darme picotazos. Nadie
llorará por un mosquito menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario