Te invade cuando menos lo esperas, cuando aparece en tu camino el
aliciente que despierta una chispa en tu mente. Que la inunda de
electricidad para que todo tu ser se ponga en movimiento con el fin
de alcanzar aquello que se ha cruzado en tu senda.
No lo buscaste pero apareció y no puedes negarte o enfrentarte a
ello. Si abandonas tu resistencia y te rindes a él puedes alcanzar
paraísos inimaginables. Pero si te dejas dominar por su tiranía, tu
vida puede convertirse en un infierno del que será difícil salir.
Es como un caballo salvaje al que no puedes domar totalmente pero al
que puedes montar sujetándote bien a sus crines y ver a dónde te
lleva en su carrera.
Puede elevar tu alma hacia la felicidad o puede destruirla.
Lamentablemente no puedes elegir en cuál de las dos opciones quieres
estar. Es él el que manda. El que lleva las riendas desde el primer
momento, cuando se cruza en tu camino. Y lo único que puedes hacer
es dejarte conducir y esperar que la dirección que tomaste sea la
correcta.
A algunas personas les aparece muy pocas veces en su vida pero a
otras las persigue durante toda su existencia, condicionando su día
a día. Es el deseo.
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